Azam Ahmed y Elisabeth Malkin / The New York Times
Si el presidente Enrique Peña Nieto invitó a Donald Trump a visitar México para dialogar sobre el valor de la democracia, el mensaje ha caído en oídos sordos. Más bien, el sentir predominante en la capital mexicana es de traición. “Este es un error histórico -subrayó el prestigioso historiador Enrique Krauze-. A los tiranos se los enfrenta, no se los apacigua”.
En el programa más popular de la televisión mexicana, Krauze equiparó la reunión Peña Nieto-Trump con la decisión del primer ministro británico Neville Chamberlain de sentarse con Adolf Hitler en Munich en 1938. “No es valiente reunirse con alguien que ha insultado y denigrado a los mexicanos -enfatizó Krauze-. No es digno”.
Charlando con Mussolini
Sí, dicen muchos mexicanos, fue Trump quien los ofendió con sus comentarios despreciativos sobre los inmigrantes y sus promesas de construir un muro fronterizo (pagado por México). Pero la sorprendente invitación de Peña Nieto, quien no hace mucho había equiparado el lenguaje de Trump con el de Hitler y Mussolini, resultó incluso peor.
Diarios, canales de televisión, redes sociales y toda forma de comunicación nacional rebosó de fuertes críticas, al tiempo que a ambos lados de la frontera los analistas políticos se revelaron intrigados por la razón de que Peña hubiera invitado a Trump.
“Es el peor error de Peña Nieto hasta ahora, y uno que aún no entendemos -comentó Vidal Romero, director del departamento de ciencias políticas del Instituto Tecnológico Autónomo de México-. Esto sólo le hace daño”.
Otra mirada
Pero, como destacaron otros, Trump es el candidato republicano a la presidencia, y no el primero en visitar a un presidente mexicano. John McCain pasó por México cuando se estaba postulando en contra de Barack Obama.
“El electorado estadounidense puso a Trump en esa posición y Peña Nieto está respetando eso”, opinó Rafael Fernández de Castro, profesor en la Universidad de Syracuse y asesor de política exterior del ex presidente mexicano Felipe Calderón.
Según Fernández de Castro, la política exterior no siempre puede ir guiada por la opinión pública. “Peña Nieto tiene todo que perder en los medios de comunicación, pero esto se trata sobre gobernar -apuntó-. No tenía otra opción; una buena relación con Estados Unidos es esencial para el bienestar de México”.
Desde esa perspectiva, con sus índices de aprobación de por sí bajos, Peña Nieto decidió jugar fuerte. Si el objetivo fue proteger intereses nacionales en caso de que Trump gane, entonces el furor sobre la visita parece un costo político que el Gobierno está dispuesto a correr.
“De cualquier forma, hay unanimidad en que esto es una gigantesca farsa”, remarcó Jesús Silva-Herzog Márquez, profesor en el Instituto Tecnológico de Monterrey y columnista del diario Reforma. “Peña Nieto comparó a Trump con Mussolini y Hitler -agregó-, y ahora nosotros invitamos a Mussolini. Vamos a negociar con Hitler cuando él ni siquiera ha ganado la elección”.
Todos sonrientes
La reunión fue calificada de excelente por Trump. Luego ambos compartieron una conferencia de prensa muy civilizada. Peña Nieto prometió que trabajará con cualquiera de los candidatos que resulte electo y puso énfasis en la importancia de los vínculos de México con Estados Unidos.
“Estamos de acuerdo en que se han producido malentendidos o afirmaciones que lastimaron a los mexicanos”, dijo Peña Nieto sobre sus viejos contrapuntos con Trump. “El pueblo mexicano se sintió agraviado por sus comentarios, pero tengo la certeza de que él tiene un genuino interés en formar una relación que nos conduzca a proveer de mejores condiciones a nuestro pueblo”, indicó.
Cero disculpas
Si bien Trump difícilmente les ofreció a los mexicanos el tipo de disculpa que muchos habían esperado, se mostró como un candidato más disciplinado que lo esperado por todos. Repetidamente elogió el arduo trabajo de los mexicanos y habló sobre su “tremendo sentir” por ellos. “Son personas asombrosas”, destacó, y agregó que considera a Peña Nieto un amigo.
En coincidencia con ese tono más respetuoso de Trump, el Gobierno describió la reunión como un éxito. “Fue un Trump diferente -dijo Eduardo Sánchez, portavoz del presidente-. La actitud de este Trump es diferente a la que habíamos visto antes”.
Críticas durísimas
Shannon K. O’Neil, experto en temas mexicanos del Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York, analizó así el tema: “no veo cómo esto ayuda a Peña Nieto. Si la razón de la invitación era enfrentar a Trump y demostrar su fuerza ante alguien que ha atacado a los mexicanos, entonces falló”.
Otras críticas fueron menos amables. “Para expresarlo tenuemente, creo que fue la mayor humillación que haya sufrido un presidente mexicano en su propio territorio en los últimos 50 años -dijo Esteban Illades, editor de la revista Nexos-. Peña Nieto no sólo se las ingenió para hacer que Donald Trump se viera presidencial, lo cual es algo increíblemente difícil de lograr, sino que se las ingenió para perdonarlo, aunque él nunca haya ofrecido efectivamente una disculpa al pueblo mexicano”.
Una tenue defensa
A todo esto, ¿cuál fue la posición de Peña Nieto? En un comunicado de prensa sostuvo que su interés era reforzar la democracia y abrir un diálogo. Sugirió que pretende estrechar los vínculos con el socio global de mayor importancia para su país, al tiempo que defendía a México.
“También le hice notar y sentir la gran responsabilidad que tengo, como presidente de México, de defender al pueblo mexicano, tanto los que están aquí como en el extranjero”, enfatizó.
¿Una pantalla?
Hubo quienes argumentaron que la invitación fue una distracción de los problemas internos que corroen al presidente. La violencia está aumentando y surgen nuevos escándalos de corrupción. Para peor, Peña Nieto fue acusado de plagiar un tercio de su tesis en la Facultad de Derecho.
No obstante, para la amplia mayoría la reunión con Trump difícilmente hizo que desaparecieran los problemas. “Al contrario, esta visita sólo sirvió para añadir un conflicto más a los muchos que enfrenta México”, sostuvo Jason Marczak, uno de los directivos del Centro Adrienne Arsht Latinoamérica del Atlantic Council. “Trump usará a Peña Nieto como peón político en su campaña”, resumió.